Deseada

Sabernos deseadas nos da una sensación de poder muy fuerte, caminamos distinto, nuestras caderas se mueven al compás de la música que suena en nuestras cabezas. Cuando sonreímos, no es una sonrisa abierta, es la sonrisa de la mona lisa, pequeña, secreta, solo nosotras conocemos nuestro pequeño secreto y eso nos hace más fuertes, más poderosas. Nuestro caminar se vuelve altivo, elegante, sinuoso, hombres y mujeres nos miran cuando pasamos a su lado, los hombres con franca admiración y algunos con un dejo de deseo. Las mujeres conocedoras de esa sonrisa, que estén pasando por lo mismo nos sonreirán de la misma forma, las que no, nos mirararán con tristeza porque no tienen lo que nosotras tenemos y algunas hasta nos miraran con envidia deseosas de saberse deseadas.

No importa la cantidad de hombres que nos deseen, lo que importa es ese que nosotras esperamos. Ese que al dejar nuestra cama nos deje deliciosamente cansadas luego de varias horas de placer. Que nos venere como diosas del Olimpo. Que bese el suelo que pisamos y nos haga sentir la mujer más bella del mundo.

El resto de los hombres?? No nos importan, ya dejan de existir desde el primer instante que aquel que deseamos nos dice que somos suya, que somos lo único que le importa.

Saberse deseada y amada es el mejor regalo que un hombre puede darle a una mujer...

Comentarios

  1. Hermosa reflexión Mary!

    Es así como tú dices, nos invade un un temblor incontrolable, la respiración se agita y aparecen humedades deliciosas, cuando el Amo expresa: Te deseo perrita mía!

    aiaiaiaiaiaia.....

    Besos de agua...

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  2. Jaja!! Querida algamarina, muy cierto tu comentario!
    Gracias por pasar a visitarme,

    Besos venusinos

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